ESTUVO NUEVE AÑOS EN MORROS BLANCOS
La historia de Richard Mamani Martínez, el joven encarcelado injustamente

Richard Mamani es un joven que a sus 19 años fue encarcelado por una denuncia de violación que supuestamente cometió en contra de una niña de 12 años; a sus 21 fue condenado a 25 años de prisión y permaneció encerrado en la cárcel de Morros Blancos de Tarija hasta sus 28. Salió libre luego de que la víctima en 2023, ya siendo mayor de edad, declarara que Richard no era el culpable del crimen y que fue obligada a señalarlo como autor de un hecho que no cometió.
Fueron nueve años de una vida tortuosa que le tocó vivir a un inocente dentro de una cárcel, donde todos los días le gritaba al silencio que era inocente, pues durante un juicio que se realizó en Camargo de nada le había servido decir a las autoridades que estaban juzgando a quien no había cometido el delito que se le acusaba.
Lo aprehendieron el 28 de julio de 2016 en la comunidad de Llanquisa del municipio de Villa Charcas, cuando fue a visitar a su abuela. Él vivía en la comunidad de Challaupi a donde regresó con sus padres luego de haber sido liberado el 27 de junio de 2025.
CORREO DEL SUR se contactó con Richard quien mantuvimos una larga conversación para conocer la vida de un muchacho que se convirtió en un hombre tras las rejas con la conclusión clara de que perdió su juventud y que por más que cuestione a la justicia “¿Quién me devuelve mi juventud?” sabe que no podrá recuperarla jamás.
LA APREHENSIÓN
Su larga e interminable pesadilla comenzó el 28 de julio de 2016, en Llanquisa, donde dos policías le notificaron que quedaba aprehendido por una violación que cometió en contra de una niña. “Yo estaba de visita a mi abuelita y justo ahí me llegaron con la Policía y me sorprendió, pero como tampoco no tenía nada de qué asustarme, he esperado nomás. Así pasó todo el tiempo, toda esa pesadilla”, recuerda.
“Me trajeron aquí, a Villa Charcas. Ahí Estaba como unos 15 minutos, de ahí directo me trajeron aquí (a la cárcel de Morros Blancos en Tarija”. “De ahí pasó años y así nomás después”. “No, no podía decir nada y ninguna cosa”. “Directamente me llevaron”. Richard, al inicio de esta conversación, apenas pudo hilvanar unas cuantas frases para rememorar cómo había comenzado su suplicio.
EL JUICIO EN CAMARGO
En una audiencia de medidas cautelares un juez de Camargo ordenó su encierro preventivo en Morros Blancos. “En ese juicio ya me di cuenta directamente lo que estaba pasando”. “Había abogados que me ofrecieron para que me hagan un juicio abreviado. Pero como no era culpable nada de eso, yo no quise”. “¿Cómo me echo la culpabilidad?”, recuerda.
Quienes le ofrecieron esa salida fueron los abogados de Defensa Pública. “Tal vez no querían ayudar o no sé, pero solo querían que me heche la culpa”, recalca para volverse a preguntar: “¿Cómo me echo la culpa de algo que no cometí yo?”.
En ese momento, Richard comprendió que no solo tendría que convencer que era inocente a quienes le acusaban sino también a quienes decían estar de su lado y así llegó prácticamente solo al juicio sin que nadie creyera en su palabra de que era inocente, hasta que en octubre de 2019 escuchó que lo sentenciaban a 25 años de cárcel sin derecho a indulto por haber violado a una niña.
¿Qué has sentido en ese momento?
“No, fucha, eso fue… Eso pasó en Camargo, (…) No sabía qué hacer, estaba total así de desesperado, pero siempre con la fe que esto sí se va a aclarar”, responde.
¿Cuándo te dieron la palabra antes de emitir la sentencia los jueces qué dijiste?
“Yo siempre dije, la verdad, que no era yo, que quizá hubiera una investigación a fondo.
Siempre pedí eso, pero no me escucharon y directamente me sentenciaron”, declara.
ANTES DE SER APREHENDIDO
Antes de que fuera aprehendido y se consumara la sentencia, Richard con 19 años de edad tenía una vida normal. Había estudiado hasta cuarto de primaria y desde muy pequeño se dedicó a ayudar a sus padres en las labores agrícolas y de pastoreo en su casa al ser el mayor de seis hermanos.
Siendo un muchacho aprendió a ganarse la vida trabajando por su cuenta. “Tenía un trabajo aquí en Villa Charcas, tenía un trabajo y en mis días libres trabajaba con mi papá igual, ayudando”, dice para después precisar que, cuando fue aprehendido trabajaba en la construcción de la represa de Chaullamayu.
PRIMER DÍA DE CÁRCEL
“Cuando llegué allá abajo (cárcel de Morros Blancos) igual fue total, una pesadilla total para mí. Yo nunca he llegado ni a ser detenido ni a la Policía, nada, nada. Y fue muy complicado la verdad”, cuenta.
Nadie la había comentado cómo es la cárcel: “Sí, directamente llegué como llegar a un lugar. No sé, y no desearía a nadie eso” e inmediatamente recuerda que cuando lo introdujeron a una celda ahí estaban dos detenidos y “me orientaron un poco”.
“No me pegaron nada, sino que lastimosamente tenemos nuestros policías, que siempre voy a decir eso. Estaban muy mal, muy abusivos y así me pegaron, me pegaron”, afirma para luego sacar una conclusión preocupante: “Los policías siempre te van a juzgar de lo que sos acusado y de eso, me pegaron”.
Para atacarlo tomaron sus bastones y le dieron “golpes bajos”. “Para mí ha sido un golpe duro, ¿no?, en diversas situaciones”, señala al recordar que en ese entonces tenía 19 años y que no había cometido ningún delito.
SU VIDA EN LA CÁRCEL
Todos los días le gritaba al silencio que era inocente y nadie le escuchaba. Así tuvo que empezar a hacer su nueva vida. Aprendió carpintería gracias a su profesor Jhonny a quien recuerda con agradecimiento.
No continuó estudiando “porque tenía que trabajar, si no trabajaba también no tenía ni para comer”, narra para después decir que “me he dedicado a todo”. Por ejemplo, trabajó como ayudante de cocina de un señor que tenía su propio negocio en la cárcel.
“Conocí personas buenas y me dieron la mano” hasta que logró montar su propia tiendita en la que vendía de todo “gracias a un amigo que me le dio la mano”, recuerda Richard.
SUS PADRES
Cuenta que sus padres nunca dudaron de su inocencia que siempre estuvieron a su lado apoyándole incondicionalmente, aunque por cuestiones económicas solo iban a visitarle unas dos o tres veces al año a Tarija porque era lejos donde vivían. “Siempre mis papás siempre estaban ahí, creyeron, nunca me juzgaron, siempre han luchado conmigo y yo se lo debo a todos mis padres”, destaca.
Sin embargo, con los amigos no ocurrió lo mismo. “No hay amigos, como dice el dicho cuando están en la cárcel. Pero amigos están cuando tienes algo o cuando estás aquí en chupa (bebiendo)”, sostiene.
EL PADRE SOTELO
Nueve años de tortura mental soportó Richard, quien confiesa que en muchas ocasiones vi apagarse la luz al final del túnel y quiso acabar con su vida, pero el padre Miguel Sotelo, la Pastoral Carcelaria, se encargó de darle ánimo para que siguiera luchando por su libertad. “El hermano Miguel Sotelo para mí fue una persona muy, no sé, cómo le podría decir, como un segundo papá para mí sería”, confiesa.
“Él me decía que vamos a luchar, que esto paso a paso vamos a lograr que se esclarezca todo, pero ya estaba con sentencia, mi sentencia ya era ejecutoriada” y no pudo apelar porque “no tenía plata ya porque me cobraban muy caro y por ese motivo no pude hacer una apelación”, cuenta.
RETARDACIÓN EN LA SUPREMA
El 13 de octubre de 2022, en cámara Gesell, siendo mayor de edad, declaró que el verdadero violador fue su cuñado, Ángel Gabriel G.M., que la atacó cuando tenía siete y nueve años.
Un poco más tarde llegó voluntariamente a la Plaza Luis de Fuentes de Tarija a decir su verdad en los medios de comunicación: Richard Mamani no fue quien la violó sino su cuñado y fue su hermana que la obligó a mentir.
“Ya han declarado que es inocente, ya deberían sacarlo inmediatamente”, pensó para sí Richard al creer que iba a salir inmediatamente, pero “era muy complicado y tenía que esperar todavía que entrara la revisión extraordinaria”, algo que le costó una espera de dos años y ocho meses, por culpa del sistema. La Corte Suprema de Justicia lo encarceló ese tiempo mientras esperaba que la burocracia avanzara lentamente.
A LA JUSTICIA
“Yo diría que así para detener a una persona o darles una sentencia, debería haber una investigación a fondo, no así tan solo que, con dichos, que él ha sido, directamente darles una sentencia”, reflexiona Richard para luego poner el dedo en la llaga de la justicia: “Diría que hagan una investigación bien a fondo, que escuchen a ambas partes, no solo a la víctima, porque cuando se va a acusar de algo, digamos, soy una víctima, la víctima todo tiene favor, porque, así como hombres no tenemos casi nada de donde agarrarse, porque todo lo que hablé fue en vano, no me creyeron, así directamente sentencia fue”.
COMENZAR DE NUEVO
Richard Mamani Martínez dejó la cárcel convencido que ha perdido su juventud y que recuperar el tiempo después de estar nueve años encarcelado es una cosa imposible. Recuerda que perdió su trabajo y muchas otras cosas y que ahora no tiene nada. “Solo me he hecho deuda nomás y perdí mi juventud, todo, así, por un mal manejo de la justicia”, cuestiona.