Miércoles, 01 de Mayo de 2024
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​LA CULPINEÑA ES UN ÍCONO DE LA LONGEVIDAD

Doña Ignacia Saravia cumple un siglo de vida llena de algarabía

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Doña Ignacia Saravia cumple un siglo de vida llena de algarabía
De los Cintis

Llegó a los 100 años de vida con la mente lúcida, con algunos problemas en la vista, con el corazón latiendo al 100% aunque con los huesos propensos al dolor y muchas veces reacios a sus órdenes. El 1 de febrero fue un día de gran alborozo, pues doña Ignacia Saravia Cruz viuda de Carvajal alcanzó el siglo de vida en Culpina.

El acontecimiento lo celebró rodeada de sus cuatro hijos: Gonzalo, Antonio, Cecilio y Marina, y en su corazón abrazada por el recuerdo de Benito, Juan, Agustina y David a quienes despidió con gran dolor de este mundo, cuenta su hija Marina Carvajal.

Doña Ignacia se casó con don Modesto Carvajal Baldivieso (fallecido en 2007) con quien construyó una descendencia que alcanza a 94 miembros: 8 hijos, 33 nietos, 52 bisnietos y una tataranieta. Si su hijo mayor estuviera vivo, Benito tendría 78 años y su tataranieta ahora tiene 3.

Toda la prole no se reunió para celebrar los 100 años, pero junto a ella estuvieron los tesoros de su vida: sus cuatro hijos, algunos de sus nietos, su prima doña Sebastiana Saravia y su comadre doña Elva Márquez viuda de Raya además de sus parientes políticos.

Marina recuerda que su madre fue una mujer multifacética, pero ampliamente dedicada a la agricultura al lado de su esposo, vendedora en el pueblo de los productos cultivados en la tierra y afamada elaboradora de la chicha de maíz.

Doña Ignacio siempre permaneció en Culpina, en su casa distante a casi un kilómetro del pueblo. No migró como la mayoría de sus contemporáneos solían hacer y por eso en su memoria hay un cúmulo de historias de sus paisanos que cada vez tienden a perderse en el olvido.

Su primer hijo tuvo a los 22 años y su dieta siempre estuvo basada en lo que producía la tierra sin necesidad de químicos que hoy se necesita para ahuyentar las enfermedades de las plantas y animales. Desde siempre y cada vez que paraba su olla, la papa, maíz, haba, arveja, cebolla y quinua se imponían a los productos transformados, relata su hija.

A lo largo de estos 100 años doña Ignacia no padeció de enfermedades complicadas, lo más grave le ocurrió el año pasado cuando se cayó al andar con muletas y se golpeó la cabeza, aun así, no tiene muchas dificultades para ubicarse en tiempo y espacio.

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