Jueves, 25 de Abril de 2024
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ADVIERTEN DE UNA DESERTIFICACIÓN DE LA PAMPA

​Sobreexplotación de agua de pozo inflige daño ecológico en Culpina

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​Sobreexplotación de agua de pozo inflige daño ecológico en Culpina
Correo del Sur

Luis Alberto Guevara López / CORREO DEL SUR

En el departamento de Chuquisaca, la extensa pampa de Culpina, ubicada a 2.950 metros sobre el nivel del mar, de cuenca cerrada y con un gran potencial para la producción de cebolla, papa, maíz, manzana, haba y arveja, entre otros, se expone a la desertificación de sus suelos. ¿La causa? Una indiscriminada explotación de agua de pozos superficiales y semiprofundos ante la falta de control y la nula aplicación de la norma de las instancias departamental y municipal, además de una demanda insatisfecha de los campesinos desde hace décadas.

Son pozos que empezaron a explotarse hace más de 20 años por la demanda insatisfecha de agua por parte del Estado hacia los campesinos para regar sus parcelas, en una extensión que supera las 5.000 hectáreas y que sustenta a unas 10.000 personas.

Los expertos consultados afirmaron que, mientras más pozos se excavan, los signos de una merma de la producción de estas tierras son evidentes no solo por la falta de humedad en el suelo sino también por una dudosa calidad del agua, puesto que no se han aplicado controles de laboratorio a lo largo de este proceso.

A estas preocupaciones se añade otra: la inseguridad, pues ya se registraron al menos diez muertes por caídas en los pozos superficiales ante la falta de medidas de seguridad que, en ningún momento, fueron normadas por la Municipalidad.

En Chuquisaca, desde el punto de vista técnico, hay tres niveles de pozos: superficiales, cuya columna de agua se encuentra a partir de los tres metros de excavación con equipo pesado; semiprofundos, que están entre los 80 y 120 metros; y profundos, a más de 300 metros. Estos dos últimos se excavan con equipo de perforación, precisa el director departamental de Recursos Hídricos de la Gobernación de Chuquisaca, Gustavo Pereira.

Sin embargo, desde el ámbito legal, la Ley Nº 1333 de Medio Ambiente, en el capítulo II define a los pozos de la siguiente manera: pozo profundo como “pozo excavado mecánicamente y luego entubado, del que se extrae agua en forma mecánica desde cualquier profundidad”; y pozo somero como “pozo de agua generalmente excavado a mano, que sirve para obtener agua del nivel freático, principalmente para usos domésticos”.

HISTORIA

En Culpina, la excavación de pozos superficiales comenzó en la segunda mitad de la década de 1990 en la comunidad de Yuquina, donde el agua se encontraba a tres o cuatro metros de profundidad. “La columna de agua estaba a 4 metros y había una gran cantidad de agua”, dice el agricultor Agapito Padilla al señalar que solo algunas personas “expertas”, provistas de dos alambres de acero, se encargan de localizar el reservorio de agua.

“Luego, a partir del 2005, más o menos, empezó la masificación. La gente se ha dado a cavar pozos con maquinaria pesada, incluso, más y más”, con diámetros de más de tres metros, apunta.

Hasta antes de esto, los campesinos solían excavar pozos, conocidos también como norias, solo para el consumo humano. Actualmente esto ya no sucede porque el agua llega a las casas por tubería de zonas de captación que están a más de 15 kilómetros y que antes pasaba por una planta de tratamiento para convertirse en agua potable.

Hoy, resulta sorprendente observar en medio de parcelas planas altos promontorios de tierra que dan la impresión de haber sido zonas de bombardeo, pues en el medio están grandes boquetes.

Padilla sostiene que inicialmente se excava un solo pozo por parcela, pero, ahora, hay dos y hasta tres pozos por propiedad agraria, de donde se saca agua para riego, incluso, con dos bombas al mismo tiempo.

La excavación de pozos comenzó en la comunidad de Yuquina y de allí se extendió a La Banda, Sajlina y Cantu Pampa en un número indeterminado; en Cantu Pampa empezaron a proliferar hace cinco años.

Respecto a los pozos semiprofundos, datos de la Alcaldía de Culpina señalan que, si bien la perforación comenzó en la década de 1980 con la ex Corporación de Desarrollo de Chuquisaca (Cordech) con tres pozos que no se explotaron inicialmente, el boom de esta actividad comenzó a partir de 2009 y hoy en la pampa de Culpina hay 42 con un potencial de 380 litros por segundo. Estos pozos fueron perforados por los gobiernos departamental y nacional.

NORMATIVA

Diego Gutiérrez, experto en derecho ambiental, explica que el agua es un elemento fundamental de sustento de la vida y de los ecosistemas; por lo tanto, su protección y conservación es una tarea esencial del Estado y de la sociedad.

Dice que, si la explotación del agua proviene del subsuelo, es fundamental proteger los acuíferos subterráneos de la sobreexplotación y de la contaminación.

En ese sentido, manifiesta que en Bolivia hay “normativa que protege la gestión ambiental de estas perforaciones (pozos profundos y someros (superficiales)”, que está descrita en Ley Nº 1333 de Medio Ambiente y tiene que ver con la prevención, control, conservación y utilización sostenible.

Recalca que “el agua en todos sus estados es protegida por el Estado y es la administración de recursos hídricos (la) que está en el Estado; por lo tanto, no puede haber discrecionalidad en el tema de la perforación de pozos, es decir, no es cuestión de perforar donde yo quiero”. En consecuencia, “se tiene que pedir autorización de la autoridad competente”.

“Entonces, quien debe licenciar, quien debe autorizar, quien debe monitorear estos pozos es la instancia ambiental del Gobierno autónomo departamental” y coordinar con los gobiernos municipales, que tienen competencia para la preservación de los recursos naturales, puntualiza Gutiérrez.

¿SE APLICA?

De acuerdo a lo observado en la explotación de agua de pozos superficiales (someros) en Culpina, estos no se excavan a mano sino con el uso de equipo pesado, generalmente retroexcavadoras, y el uso del agua no es para consumo humano, sino para riego y consumo animal.

Un funcionario municipal de la Alcaldía de Culpina, a quien llamaremos Sandro ya que pidió no revelar su nombre por temor a represalias, confirmó que “no hay normativa municipal” para la explotación de agua de pozos; sin embargo, hizo notar que, como “están en predios privados, no se puede controlar, no ha sido una política municipal. Eso más ha sido privado”.

En la Gobernación de Chuquisaca se aseguró que hay licencias ambientales por los pozos semiprofundos, pero no así de los superficiales porque no requieren de ese requisito, dice Pereira al confirmar que tampoco hay control.

Hace notar que, después de la perforación y de la puesta en funcionamiento del pozo, la Gobernación puede volver a tener un nuevo contacto con el agricultor por los pozos; es cuando los productores demandan mantenimiento, un trabajo que se realiza, necesariamente, con un carro perforador –en promedio– cada tres años.

Pereira recalca que el agua de pozos semiprofundos solo es para el consumo humano, pero en la pampa de Culpina no ocurre aquello. “Está prohibido” para otros fines, dice al reconocer que “recién me estoy enterando que ha perforado la Gobernación para riego”. Recordemos que los pozos se perforaron hasta antes del cambio de Gobierno departamental (3 de mayo de 2021).

CONTAMINACIÓN HÍDRICA

Oscar Vera, docente y exdecano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad San Francisco Xavier, recuerda que las parcelas de la pampa se riegan “con agua relativamente alcalina, pesada” y advierte que “eso puede traer problemas en el tiempo porque va a alcalinizar el suelo”.

“Puede inmovilizar algunos elementos nutrientes, ya sean macronutrientes o micronutrientes. El PH del agua es fundamental en la absorción de los nutrientes”, explica al reiterar que el agua de riego en las alturas como Culpina “tiene ese gran problema de la alcalinidad, mucha sal”.

Si esto ocurre con el agua que se almacena en la represa El Tranque, de 6 millones de metros cúbicos y que se utiliza para riego, ¿qué pasa con el agua que se extrae de los pozos superficiales y semiprofundos?

Padilla explica que el agua que se extrae de los pozos semiprofundos es como “agua muerta”, pues no tiene oxígeno ni nitrógeno, que son elementos que necesitan las plantas. Sobre la salinidad, dice: “Uno saca el agua y riega nomás”. Empero, hace notar que los productores no tienen información respecto a la calidad del agua que vierten a sus terrenos de ninguna de estas tres fuentes: represa, pozos superficiales y semiprofundos.

El agricultor cuenta que en una oportunidad habilitó un espacio de cuatro rayas de papa (lugar donde se coloca la semilla con un espacio para el riego) que durante su producción las regó con agua de pozo semiprofundo; al lado, habilitó otras cuatro rayas de papa de la misma variedad y las regó con agua de la represa El Tranque. Después, concluyó que la producción con agua de la represa generó más follaje en las plantas, mayor humedad en el suelo y alta productividad; con el agua del pozo semiprofundo, fue todo lo contrario.

Padilla sostiene que, ante esta situación, lo que están planteando los agricultores es construir reservorios donde se almacene el agua de bombeo y ahí tenerla varios días hasta que adquiera mayores propiedades químicas por acción del sol, aire, frío y rodado del agua.

“La contaminación que tenemos en los terrenos de altura como Culpina es por la calidad de agua, cloruros, sobre todo cloruros, que es un químico que, en el tiempo, no solo saliniza el suelo sino que puede ser antagónico para la asimilación de algunos elementos nutrientes”, explica Vera.

A esto, dice el docente de Agronomía, hay que sumarles las condiciones naturales de la pampa de Culpina donde, en algunos sectores, “tiene mantos blancos que, en realidad, es de sal” y esto “es a causa de la acumulación de agua de riego a cierta profundidad” que en algún momento aflora sobre la superficie y, finalmente, termina provocando salinidad.

CONSECUENCIAS

Si hasta hace un poco más de 20 años la explotación de agua de pozos no era una práctica habitual en Culpina, hoy esta actividad es cada vez más demandada. En ese sentido, este año, la Gobernación se comprometió a perforar dos nuevos pozos semiprofundos que se añadirán a los 42 que hay actualmente; en tanto, los superficiales aparecen cuando se seca uno y abren otro. “La necesidad del riego les obliga, pues”, resalta Pereira.

Sin embargo, esta forma de explotación empieza a registrar sus primeros efectos negativos, pese a que los campesinos fueron advertidos.

Guillermo Parra, responsable de Proyectos del Servicio Departamental de Riego (Sederi) de Chuquisaca, cuenta que, de acuerdo a su experiencia, tras una visita que hizo a los bofedales de Tacna (Perú), donde se perforaron tres pozos semiprofundos, observó que se habían secado y esto se les comentó a los productores culpineños. Él les advirtió que “se corre el riesgo de que se vaya desertificando la pampa Culpina porque va a ir perdiendo humedad”.

“Antes el agua estaba a tres metros, cinco metros de profundidad; esos pozos sí estaban a esa profundidad, y ahora han llegado a cavar hasta 10 metros, hasta 15 metros. Entonces, todos esos pozos lo que están haciendo es chupar la humedad de la parte superficial”.

Sí, la tierra se está secando, confirma Padilla al señalar que una de las evidencias está en la producción de alfares (alfalfa) y grafica esta situación de la siguiente manera: Antes, un alfar maduro llegaba a medir de 1 metro a 1,5 metros con buen follaje gracias a la humedad; hoy, las raíces de alfalfa ya no encuentran humedad y la planta es raquítica, pequeña y con escaso follaje.

“La causa es que el subsuelo está más seco cada vez, ya no hay una humedad natural como había antes porque antes cavábamos y a partir de los 50 a 70 centímetros, en ciertos lugares, había una buena humedad natural”, agrega.

El agricultor precisa que esto empezó a manifestarse “hace más de 10 años, cuando se observó que la tierra se ha ido secando y, naturalmente, ya no recupera, aunque llueva mucho. Ya no toma una humedad como para resistir todo el año”.

“Hemos visto que en Culpina ya no hay buenos alfares en la mayoría de las partes, y peor si están cerca de un pozo”, remarca.

Otro elemento de deterioro de la tierra tiene que ver con la aparición de grietas, lo que no había antes. “En medio de un alfar había una fila de huecos, o sea, una rajadura de unos 40 a 30 centímetros de ancho, más o menos. Las mismas plantas de alfa se han hundido”, dice Padilla.

¿A qué se debe esto? “Es el producto de los bolsones de agua que de allí adentro han desaparecido; entonces, el suelo se va hundiendo, así que eso es un peligro”, explica.

Esto también está provocando que el agua de riego por inundación se pierda rápidamente porque se va a los bolsones que quedaron vacíos, lo que obliga a cambiar el cauce del agua. “Se entra silbando el agua, cantidad, dando vueltas; una persona se puede hundir como si nada ahí”, apunta.

Por su parte, Parra afirma que varios terrenos de las comunidades de El Tholar y La Banda “ya tienen bolsones de aire y todita el agua se pierde ahí”. Esto debido al agua que se extrae de los pozos superficiales. “No estamos pensando en el daño que estamos causando al municipio, es una cosa que preocupa”, reflexiona él.

“Yo te aseguro que en unos cinco años más la situación va a estar jodida en Culpina. Por ejemplo, actualmente, con lo que están haciendo, para dar el primer riego van a necesitar dos o tres veces más agua para riego que lo que se usaba antes. El suelo está seco”, sostiene el Responsable de Proyectos del Sederi.

La excavación de un pozo superficial le cuesta al agricultor entre 2.000 y 4.000 bolivianos. Pero a esto hay que añadirle el costo de la motobomba, de alrededor de Bs 4.000 con todos sus implementos.

NECESIDAD DE NORMAR

Por lo relatado, no cabe duda de que los efectos de la explotación “irracional” del agua, como dice Sandro, ya son visibles en la pampa de Culpina y por eso urge regular el aprovechamiento de este recurso.

“Hay gente que ya se está dando cuenta que se necesita normar la explotación de pozos porque estamos generando un problema ecológico a nivel freático del agua. El agua, de constitución, lo estamos bajando demasiado (sic)”, dice el funcionario municipal al reconocer que “no se está manejando en realidad bien el agua, se está sobreexplotando”.

Asegura que esto también afecta a la flora nativa; por ejemplo, los churquis (árbol nativo) que brotan ya no están fructificando, lo que pone en riesgo la regeneración natural.

“Yo creo que de a poco vamos a tener que ir madurando, ya sería bueno poner normas”, manifiesta Padilla al precisar que una reglamentación no solo debe estar orientada a la explotación del agua, sino también a las condiciones de seguridad.

Por su parte Diego Gutiérrez recuerda que, si bien la Ley de Medio Ambiente asigna la regulación a los gobiernos nacional y departamental, el municipal debe establecer sus instancias ambientales con la finalidad de coadyuvar a las autoridades competentes. Recalca que por norma el nivel municipal no tiene la facultad de otorgar licencias, “pero podrá ejercer actividades de control y fiscalización”.

Padilla sugiere que se necesita “una prohibición total o una ordenanza municipal, una ordenanza que esté avalada en coordinación con la organización de los regantes”. Algo que no hay todavía en Culpina.

MUERTE

Desde que los pozos superficiales comenzaron a explotarse con mayor intensidad a partir de la década del 2000, provocaron la muerte de unas 10 personas que cayeron a sus profundidades y no pudieron salir más.

“He recorrido la pampa y he visto que esas perforaciones han causado que muera gente, ya que caían y se ahogaban”, dice Vera, en tanto que Padilla califica a esta situación de “otro gran problema”.

“Yo pido a las autoridades que, donde caven pozos para regar, sería bueno darles seguridad, darle una muralla con alambrado para que en la noche uno no vaya a oscuras y de repente pise vacío y se pueda entrar al pozo”, señala el agricultor al corroborar que, efectivamente, “unas 10 personas han muerto en estos pozos hechos con máquina”.

“No son muy seguros, en muchos casos caen animales”. Por eso que es necesario sacar una normativa para los pozos superficiales y semiprofundos.

Los superficiales tienen una dimensión de tres, cinco e incluso ocho metros por profundidades que van desde los tres hasta los 15 metros. Si alguien cae, no hay quién le salve. “Los animales de campo mueren ahí, y nada raro que cualquier rato va a morir un ser humano”, advierte el agricultor.

La última muerte de una persona se registró el sábado 3 de julio de 2021, cuando doña Francisca Enríquez cayó a un pozo ubicado por la zona de Cantupampa para sacar, se presume, a un chivo que pastaba. Ese día, ella estaba sola.

La mujer, de 48 años, cayó a un pozo de una altura aproximada de cuatro a cinco metros y como ese sábado no llegó a su casa, su búsqueda comenzó con la ayuda de vecinos. Cerca de la medianoche la encontraron muerta en el pozo y su cuerpo fue rescatado en la madrugada del domingo.

El 19 de abril de 2020, un adulto mayor de 63 años, cuando se aprestaba a regar su parcela, falleció ahogado tras caer al pozo que él mismo había hecho cavar.

“Tendríamos que sacar normativas para que esos pozos tengan murallas seguras al contorno y así ya no va a haber peligro de accidentes, no va a haber contaminación”, recomienda Padilla.

SUGERENCIAS

Está claro que esta nueva forma de explotación de agua deviene de la necesidad de contar con el líquido elemento, algo que reclaman los agricultores y que no ha tenido una respuesta efectiva del Gobierno desde 1992, cuando se entregó la ampliación de la represa El Tranque y la construcción de canales con una inversión de 10 millones de dólares.

“Yo sé que es necesario el pozo, porque no tenemos otra fuente para poder garantizar la producción de la pampa de Culpina”, reconoce Parra. Dice que es necesario pensar en alternativas como la cosecha de aguas en las quebradas de los cerros que circundan la pampa, algo que “puede servir para recargar los pozos, pero, lamentablemente, las autoridades no entienden”.Asimismo, sugiere la aplicación del riego tecnificado, que bien puede combinarse con el riego por inundación. Este, ineludiblemente, necesita ejecutarse en la preparación de los terrenos para la siembra con la finalidad de que el suelo adquiera bastante humedad para ayudar a germinar las semillas.

En ese sentido, el funcionario municipal sostiene que toda esta problemática lleva a los productores de Culpina a demandar proyectos sostenibles para riego. “Si seguimos con estas actividades, a futuro vamos a llegar a desertificar la pampa. Ese es el lío más grande de ahora”.

* Este reportaje es producto de una alianza periodística entre Correo del Sur y la Red Ambiental de Información (RAI)

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Los pozos superficiales de agua de la pampa de Culpina se cobraron una nueva víctima. La tarde-noche de ayer, sábado, doña Francisca Enríquez murió ahogada al caer a un pozo. En abril de 2020 murió un adulto mayor en similares circunstancias.


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